miércoles, 26 de mayo de 2010

No lo pienses más

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Quizás ocurra siempre, pero creo que ni tan siquiera quiero ser consciente de ello. Caminando por las calles desiertas, viendo como los árboles se mecen con el viento, me da que pensar. Es un cambio radical en mi vida, dejar mucho de lo acumulado atrás, realizar un regate al destino y burlarme de mi propia pericia para conseguir aquello que siempre pensé desear. Es curioso ver como hacen que nuestros deseos ni tan siquiera nos pertenezcan, pero así lo sentimos y así lo asumimos. Al final luchamos por ello y cuando lo conseguimos parece que somos felices... ¿felices? No lo tengo muy claro. Si la felicidad se basa en no preocuparse, no pensar en lo que pueda venir, en sentirte arropado por una rutina que no cambiará por nunca jamás... quizás si, eso sea lo correcto. En mi caso no puedo dejar que el destino se ocupe de mi de esta manera. Encerrado en una burbuja semitransparente que no me permite vislumbrar el sol que irradia vida, fuera de foco nada de lo que veo es claro.

Estos son algunos de mis pensamientos cuando me doy cuenta de que ya he llegado a mi destino. La puerta del portal está abierta y paso sin tocar en el intérfono. Subo al segundo piso por las escaleras. Disfruto del silencio y del eco de mis pasos en cada escalón que avanzo. No se muy bien que hago aquí, pero el desconocimiento me produce una excitación terrorífica que no puedo evitar buscar. No se muy bien lo que voy a encontrarme y mi pulso se acelera a cada paso que doy. Ya estoy frente a la puerta. Es de color blanco con el marco negro. Se ve majestuosa y para ser sincero, me intimida. No me lo pienso dos veces y toco el timbre. Una leve campana suena en su interior.

Cierro los ojos y una nebulosa parece apropiarse de mis pensamientos. En la oscuridad noto como cada latido de mi corazón violenta mis pensamientos. Pienso en la carne, en cuerpos semidesnudos perfumados y la calidez de una muerte desconocida capaz de transportarme a un nuevo nivel de consciencia. En ese preciso instante se abre la puerta y una oleada de incienso me atrapa como si de una droga se tratase. Abro mis ojos. Ante mi una mujer únicamente ataviada con un corsé negro con motivos rojos. Su rostro está semicubierto por una bella máscara veneciana con plumas. Me invita a pasar con un gesto mientras me sonríe. El interior está apenas iluminado, solo la luz de unas cuantas lámparas rojizas permiten que vea lo que hay a mi alrededor. Pequeñas fuentes de agua fluyen en una eterna repetición y tantos gatos que apenas puedo contar deambulan de un lado a otro. Algunos de ellos se acercan a mi y se rozan contra mis piernas en busca de caricias desangeladas.

Antes de que pueda estudiar con detenimiento mi actual ubicación, la chica me coge de la mano y me conduce hasta una puerta entornada. Ella misma se encarga de abrirla del todo y paso a su interior. La habitación está, si cabe, menos iluminada que el resto de la casa. Esta cubierta de cortinas semitransparentes, convirtiendo el habitáculo en una especie de jardín de las delicias. ¿Por que me vienen estas ideas a la cabeza? - me pregunto, pero antes de poder formularme una respuesta ella comienza a quitarme la camisa. Noto mi cuerpo caliente y temo por una mano fría, pero no es así. Sus manos acarician mi pecho y resulta ser una sensación de lo más cálida. Su aliento llega a mi cuello y se une a mi convirtiéndonos en un solo ente. Su respiración se convierte en el único sonido existente. Me relaja, mi pulso, a la vez que acelerado, toma una cadencia hipnótica que hace que me deje ir como si mi cuerpo no me perteneciese. Los ojos cerrados, respiro profundamente, intentando que este instante sea una vida entera. Cuando me quiero dar cuenta, cosa que no me esmero en hacer, mis pantalones ya no existen y mi cuerpo desnudo se muestra orgulloso ante un oscuro vacío. Sus manos, como si de un guante de tercipelo se tratase, recorren mis muslos, mi sexo, mi estómago, mi pecho, mi cuello, hasta apoderarse de todo mi rostro.

Una corriente de aire mueve las cortinas y un denso perfume embriagador penetra en mi haciendo que pierda la noción del epsacio tiempo. No se donde estoy, no se lo que busco, no se quien me rodea ni a donde puedo llegar, pero no me importa. Solo pienso dejarme ir, pase lo que pase. Quizás sea la última vez que pueda dedicarte algo de tiempo, quizás sea la última vez que nos veamos, pero lo que si es seguro, es que siempre serás lo más importante para mi. Haz que mi deseo se convierta en mi paz, que tu calor sea mi vida... hazlo, no lo pienses más.