Vacío ante un ente reluciente. No puedo más que seguir mi camino hacia la nada, alejarme de la luz. Llego al borde del abismo y es aquí donde debo decidir. Podría ser valiente y saltar de cabeza con los brazos abiertos, dispuesto a abrazar aquello que me depare el destino. Pero no, me agacho de cuclillas y alargando el píe izquierdo voy tanteando que hay más allá de la oscuridad. El terreno se ve resbaladizo y muy inclinado. Detengo mis pesquisas y miro a la oscuridad directamente a sus ojos. Se que me llama como si de un cobarde se tratase. Se ríe de mi y no hacen falta más palabras. Me reincorporo y de frente a ella escupo al suelo. Este será el último vestigio que de mi verá la luz. A partir de ahora solo seré un cuchillo afilado dispuesto a atravesar la más fina capa de densidad efímera... tan efímera como la realidad, tan real como mis pensamientos, tan dispar como la verdad. Me doy cuenta de que eso soy yo, un no querer entender lo que me rodea y es por ello que me adentro en sus visceras. Salto de cabeza con los brazos abiertos... huyo... escapo... vuelo... Apenas queda oxígeno. Noto como voy perdiendo el conocimiento... es tan dulce que no puedo más que sonreir... y ahí está, al otro lado... la luz. Intento alcanzarla, pero ni tan siquiera me quedan fuerzas para mover un solo dedo...
As profecías autoincumplidas
Hace 1 año
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