martes, 23 de abril de 2013

Envuelto en ti - Parte II


Cada paso era medido con gran precisión. No sabía hacia donde me dirigía, ni tan siquiera era consciente de si lo que hacía era correcto o no. Últimamente actuaba según mis propios impulsos, según lo que el cuerpo, siempre de una manera sosegada y calmada, me pedía por intuición. Confianza y creencia. Una terrible fe en mi propia persona. No había más dios ni rey que yo mismo. De alguna manera había llegado a la conclusión de que así debía de ser.

Guardando una prudente distancia, me detuve al ver como subía unas escaleras para luego introducirse en un elegante portal. A mi alrededor no había nadie. Se trataba de una tranquila calle en una bonita zona residencial. De repente las luces del primer piso se encendieron permitiéndome observar con total claridad lo que sucedía en el interior de aquella casa. Ocultándome sabiamente tras un árbol y entre dos coches, pude confirmar que se trataba del hogar de mi nueva vida. Si, así la he llamado, mi nueva vida. No sabía muy bien porqué, pero si de algo estaba seguro era que el sentido de mi vida había llegado a mi. Había tocado a mi puerta como una delicada ráfaga de aire que transporta un diente de león y en mi había depositado su semilla para que de esta manera una nueva vida creciera hasta los confines de un tiempo insondable por cualquier tipo de inteligencia.

A traves de la enorme ventana que, por lo que parecía, comunicaba con el salón, pude verla caminar de un lado a otro. Se iba desprendiendo de todo aquello que le sobraba. Las llaves, bolsas que llevaba de camino a casa, su bolso y su chaqueta. Esta última la lanzo sobre lo que parecía un sofá. Mi corazón dio un vuelco al comprobar el busto de aquella diosa que sin darse cuenta me había hecho nacer de nuevo. Sin querer fijarme en la belleza, esta había acudido a mi. Al mismo tiempo que se perdía en la distancia de su propio hogar, pude contemplar como introducía sus manos hacia la espalda bajo su camiseta y, manipulando ágilmente, terminó por sacar su sujetador negro de encaje. En esos momentos no pude evitar excitarme profundamente, lo cual me hizo sentir tremendamente culpable. Yo no era ningún pervertido y mucho menos ni tan siquiera la sombra de un violador, pero mi entrepierna cobró vida propia... una gran vida para ser sincero. Di gracias a la vez que maldije su desaparición por el pasillo que no alcanzaba a ver.

Y allí estaba yo, vigilando el Olimpo, el hogar de la diosa que no me vio nacer. El invierno me azotaba sin ningún tipo de reparo, intentando castigarme por lo que sabía ocurriría sin poder evitarlo. Yo no respondía a su furia, permanecía inamovible, una nueva coraza me había sido otorgada y nada ni nadie podría separarme de ella. La noche se volcó sobre mi y su manto me hizo invisible del todo. Solo la luz de esa enorme ventana me permitía ubicarme en el espacio-tiempo. No sabía que es lo que podría pasar a partir de ahora, ni tan siquiera me paraba a pensar en ello. Lo único que era cierto, es que no me movería hasta estar seguro de cual sería el siguiente paso.


jueves, 28 de febrero de 2013

Envuelto en ti - Parte I


Tiempo atrás fui aquella persona que deseé. Estuve cerca de conseguirlo, de alcanzar la meta que siempre me propuse, pero por caprichos del destino acabé en la calle. Quizás habría que afinar un poco más y llegar a la conclusión de que el destino no tuvo nada que ver, más bien mis ansias de vivir más allá de mi propio ser.

Rodeado de comedidos lujos, cálidas sonrisas y efusivos abrazos de falsa cordialidad, mi vida iba desenvolviendo un hermoso tapiz de imágenes para el recuerdo. Cualquiera podría envidiarme con toda la razón del mundo, pero una vez finalizado el día, bajos mis frías sábanas de cuya marca soy (gracias a Dios) incapaz de acordarme, me daba cuenta de lo vacío que me sentía. Una enorme sensación de vértigo ante la sola visión de lo que era me dejaba inválido y con un extraño sabor a hierro en mi boca. La ansiedad se apoderaba de mi hasta que comenzaba a llorar y abrazaba las almohadas como si mi vida dependiera de ello.

Fue así como un día, hastiado de mi mismo y de todo lo que me rodeaba, decidí coger únicamente lo que llevaba puesto y comenzar a caminar por las calles sin detenerme a mirar hacia atrás. Lo que comenzó como un paseo, terminó como un abandono del hogar, el comienzo de una memorable aventura en la que sin darme cuenta había comenzado a descubrirme a mi mismo.

Tras el primer mes sin rumbo fijo, una luz guió mis pasos. Apareció de repente, cual faro avisor que señala el camino a seguir a un barco en alta mar a punto de hundirse en una tormenta nocturna. Ella fue mi luz y por el resto de mis días me acompañará allá a donde vaya.

Mi primer encuentro con la felicidad ocurrió una fría tarde de invierno. Yo deambulaba por las calles del centro entre la marea inhumana de ciudadanos de a pie. Para mi todos poseían el mismo rostro, mismas facciones, mismas miradas vacías clavadas en el horizonte no más allá de sus propias narices. La ciudad rugía a mi alrededor hasta que un vacío alentador se apodero de mi. Todo gracias a unos pequeños ojos oscuros acompañados de la sonrisa más luminosa que podría existir en la faz de la tierra. Y allí estaba yo para recibir tremendo impacto. Me detuve en plena calle provocando que todos a mi alrededor tropezasen conmigo y refunfuñaran dedicándome todo tipo de adjetivos no venidos a cuento.

Tras unos instantes pude reaccionar y lo único que hice fue ser fiel a mis instintos, seguirla...

viernes, 22 de febrero de 2013

Flashforward


Quizás pueda imaginar el día en el que el fuego se acabe. La sola visión de lo que pudiese acontecer congela mi posibilidad de proyección en el tiempo. Es extraño pensar en la dualidad de tan curiosa circunstancia. Los acontecimientos te empujan a confrontar tu propio destino de forma inconsciente y prematura. El tiempo se toma su tiempo, pero no por ello dejan de ocurrir.

Una vez envuelto en la dirigible sensación de olvido, todo mi cuerpo ejecuta cada uno de sus movimientos de forma irregular. La consciencia de sensación tridimensional me invade por cada uno de mis costados. Me siento mareado. Demasiadas luces en la oscuridad...

Me evado de las letras buscando el espacio en blanco. Pero acabo volviendo una y otra vez.