lunes, 21 de septiembre de 2009

La didáctica de mis miedos

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Abro los ojos y aún en las penumbras puedo distinguir el afable y opresor reconocimiento de mi rutina. Mi hogar, mi refugio, el escondite donde mis secretos se hacen realidad. El desorden me invade, me estropea y me desestabiliza, pero no me molesta, simplemente convive conmigo.

Abrazado a la almohada, intentando controlar mi respiración, sacando los pies por fuera de la manta, mi corazon late con fuerza. Un vacío prolongado se intensifica ante el desconocimento de su razón de ser. Un mosquito se acerca hasta mi oído derecho para hacerme saber que no estoy solo. No estoy solo, no estoy solo, pero ¿y que si lo estoy? De hecho, es más, quiero estar realmente solo... ¿realmente es lo que quiero?

Empezar de cero una vez más es lo que deseo, dejar todo atrás. Puede que cometa un error o puede que el tiempo me de la razón... y total ¿que más da?

Miro hacia delante, pero es inevitable que una serie de interrogantes conformen la didáctica de mis miedos... aún así no les haré caso. Incluso llego a pensar que son ellos los que me motivan a seguir. Se me imponen como una mastodóntica barrera que, en principio, deberían de paralizarme, pero todo lo contrario, me dan fuerzas para decir que no, que esto no va a quedar así, y como buen aries ir de cabeza hacia ellos, caiga quien caiga, pase lo que pase...

Todo está por escribir, nada está dicho y mucho menos hecho. La cuenta atrás ya ha empezado desde hace un tiempo: tic, tac, tic, tac...